Mil no es un número fácil de alcanzar para una revista en
versión de papel, aunque A Galopar lo ha conseguido gracias al esfuerzo de
varios locos del turf comandados desde sus inicios por Julio Diez y Fernando
González. No soy de esos que lo compra todas las semanas, me ciño solo a
comprarlo siempre que hay carreras en Lasarte, pero tiene un especial hueco
rellenado en mi vida.
Casualmente la revista y yo hemos ido creciendo
paralelamente, ya que la revista es 5 meses más vieja que un servidor. Yo desde
que nací he estado en los prados del hipódromo de San Sebastián y casi que no
tengo un recuerdo en el que no esté la publicación semanal del turf español.
Desde el verano del 2003 tengo guardadas todas las revistas en cajas y ficheros
varios. Incluso hace poco en una visita que hice a casa de mi abuela en Lasarte
recordé que tenía publicaciones guardadas de los años 2004 y 2005. Y claro me
las traje a casa y ya tienen su lugar en una estantería, eso sí con previo
vistazo del contenido de todos los ejemplares. Antes todo estaba en blanco y
negro, y si, les faltaba algo de color. Pero eso no era problema para mí,
porque cuando era pequeño cogía mis pinturas y pintaba las portadas con los
colores de los caballos y de las chaquetillas de las distintas cuadras. Si en
una revista A Galopar no hay ningún tachón, apunte o número no tiene el mismo
encanto.
Al vivir en Andoain, pueblo que está a 10 minutos del
hipódromo donostiarra, tenía que ir a Lasarte a comprar mi dosis de lectura
turfística. Es verdad que he pasado mucho tiempo en Lasarte al tener media
familia de allí, pero la distancia no era problema para hacer mi compra. En muchas
ocasiones mis abuelos iban a librería que estaba situado en la otra punta del
pueblo solo por comprarle a su nieto la revista. Incluso muchas veces volvían a
casa con las manos vacías porque no había llegado aún. Cuantas veces también
mis padres han tenido que soportar tener que ir a la playa y tener que volver
un poco antes de cerrar la librería para que su hijo tuviese su revista. Me han
tenido que aguantar demasiado sí, pero sin ellos no estaría loco por las
carreras de caballos.
Al escribir este texto cojo con especial cariño el ejemplar
más antiguo que atesoro que es en una edición especial previa de la Copa de Oro
del año 2003. Tiene un olor a antaño, con unas hojas ya gastadas por el paso
del tiempo y un estado muy mejorable. Probablemente este ejemplar sea las hojas
que más veces haya leído en mi vida. Comienzas a leerlo y no puedes salir del
laberinto y vaya si hay laberinto, porque fue precisamente un tal Laberinto el
ganador del oro donostiarra de ese año.
Otra manía que tenía con las publicaciones antiguas era
rellenar el blanco de los números de los caballos participantes. Si Ander
rellenaba el blanco de los números mis padres sabían a quién tenían que apostar
sin preguntarme, acertar mis predicciones siempre ha sido otra cuestión.
Algunas veces, incluso si me perdía la jornada de carreras en San Sebastián por
irme de vacaciones, pedía a gente que me guardase una revista para añadirla a
mi colección.
Siempre he querido enriquecerme de distintos medios para
aprender más y más sobre las carreras de caballos porque me apasionan de verdad
y A Galopar siempre ha estado entre mis fuentes de sabiduría. Todo era más
difícil cuando no existían las redes sociales y la web no tenía tanta fuerza,
el papel lo aguantaba todo y A Galopar era de las pocas fuentes que disponía.
Por tanto, siempre tendré palabras de agradecimiento para mi revista de
cabecera sobre el turf español.
Foto portada: Revistas antiguas de A Galopar | Fotomontaje: Ander Suescun
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