Todos los hipódromos del mundo tienen sus lugares o rincones que guardan cierto cariño o especial atracción. Centrándome en el hipódromo más cercano a mí, es decir, el Hipódromo de San Sebastián hablaremos de la Tribuna General o simplemente la General, como un rincón o lugar especial.
Algunas personas no sabrán de que rincón estaré hablando, otros en cambio sabrán y mucho del rincón entrañable del cual hablo. Se trata de aquella tribuna que está situada aproximadamente a 250 metros del poste final. Aquella que tiene ese toque de otra época al estar en blanco y negro. Sin duda guarda un toque de nostalgia recordando años pasados en un hipódromo centenario.
En la actualidad no se puede acceder a esta tribuna para presenciar las carreras, ya que está tapiada su acceso. Pese a que llegar allí para un aficionado no sea fácil, principalmente porque para pasar al otro lado del paddock se necesita acreditación, yo he tenido la posibilidad de estar en este lugar especial. Si es cierto que en principio no se puede estar ahí, pero vivir desde esa grada una carrera a falta de un poco más de un furlong guarda un aliciente especial. El aliento de los caballos en el rush final con el sonido de los látigos y las poderosas pisadas en el verde se convierten en algo casi irrepetibles desde otro punto de la pista por el silencio sepulcral que hay. Y si, los cuellos de los aficionados se tuercen viendo quien será el ganador desde ese mágico lugar, pero el tortícolis del próximo día no importa.
Esta perspectiva más lejana a otras tribunas del hipódromo tiene su razón de ser, ya que hace varios años al lado del paddock previo a las carreras había una taquilla para entrar al hipódromo. Desde esa entrada a diferencia de la entrada general, el precio de entrada era bastante más asequible para los aficionados de a pie. La razón de la diferencia de precio se centra en la distancia hasta el poste de meta y la imposibilidad de poder llegar al paddock de ganadores.
Las últimas décadas en cambio, las tribunas del hipódromo han cogido el color verde de la pista, mientras que la General se ha quedado sin color y sin público como se ha dicho anteriormente. La taquilla de entrada para la tribuna general ha sido cerrada y casi que, abandonada a su ser, pese a que todavía se aprecian unas ventanillas y unas barandillas blancas. Esto hace que actualmente todos los aficionados entren por la entrada principal y solo puedan acceder hasta la bajada del paddock “dividiendo hipotéticamente” el hipódromo en el siglo XX y XXI.
A partir de este lugar entrañable han surgido varios aficionados y profesionales, pero también surgió hace unos años una cuadra multipropiedad denominada General Turf. Hoy por hoy las cuadras multipropiedad están de moda, como una opción mucho más asequible para que una persona sea propietaria de un caballo gracias a un grupo de socios. Esta cuadra estaba radicada principalmente en Lasarte y contaba con unos 20-30 socios unidos en una chaquetilla verde y amarilla con costuras. Bajo la tutela del preparador Christian Delcher este grupo de amigos iba recorriendo los hipódromos españoles y del sudeste francés. Aunque siempre correr en casa y vivirlo desde la tribuna general tenía su aliciente especial. Con los Salitre, Belito, Dar al Mulk, Tramuntana, Rugianna, Septieme Etoile… el hipódromo tenía otra sintonía distinta. Yo por suerte gracias a esta cuadra pude ir a algún hipódromo del sudeste francés y estar en las cuadras dando terrones de azúcar a los caballos.
Era otra época en la cual yo era un niño de 8-10 años, pero son recuerdos que nunca se borran de la mente de un aficionado. Ahora años después al llegar al hipódromo desde la entrada principal y echando una mirada al fondo observo una grada vacía, pero llena de recuerdos. Ojalá alguna vez recupere esa esencia que tuvo y no dejarlo en una ruina abandonada, porque es un lugar especial.
Foto portada: Las tribunas del hipódromo de SS con la Tribuna General de fondo | Foto: Salva Maroto
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